Dicho esto, Sócrates comenzó:
-
Te vi, querido Agatón, entrar en materia diciendo que era necesario
mostrar primero la naturaleza de Eros y enseguida sus efectos. Apruebo
esta manera de comenzar. Veamos ahora, después de todo lo bello y
magnífico que has dicho, sobre la naturaleza de Eros, algo más. Dime,
¿Eros es el amor de alguna cosa o de nada? No te pregunto si es hijo de
un padre o de una madre, porque sería ridículo. Por ejemplo, si con
motivo de un padre te preguntase si es o no padre de alguna cosa, tu
respuesta, para ser exacta, debería ser que es padre de un hijo o de una
hija. ¿Estás de acuerdo?
- Sí, sin duda, dijo Agatón.
- ¿Y lo mismo sería de una madre?
Agatón convino en ello.
-
Permite, dijo Sócrates, que haga algunas preguntas para dejar más claro
mi pensamiento. Un hermano, a causa de esta misma cualidad, ¿es hermano
de alguno o no?
- Lo es de alguno, respondió Agatón.
- De un hermano o de una hermana.
Convino en ello.
- Trata, pues, replicó Sócrates, de demostrarnos si el amor es el amor de nada o si es de algo.
- De algo, seguramente.
-
Conserva bien en la memoria lo que dices, y acuérdate de qué cosa Eros
es amor. Pero antes de continuar, dime si Eros desea la cosa que ama.
- Sí, ciertamente.
- Pero, replicó Sócrates, ¿posee la cosa que desea y que ama, o no la posee?
- Es posible que no la posea, replicó Agatón.
-
¿Posible? Mira si no es más bien necesario que el que desea le falte la
cosa que desea, o bien que no la desee si no le falta. En cuanto a mí,
Agatón, es admirable hasta qué punto es a mis ojos necesaria esta
consecuencia. ¿Tú qué dices?
- Lo mismo.
- Muy bien. Entonces, ¿el que es grande deseará ser grande, y el que es fuerte ser fuerte?
- Eso es imposible, tomando en cuenta lo que ya hemos convenido.
- Porque no se puede carecer de lo que se posee.
- Tienes razón.
-
Si el que es fuerte, repuso Sócrates, deseara ser fuerte, el que es
ágil, ágil; el que es robusto, robusto, quizá alguno podría imaginarse
en éste y otros casos semejantes que los que son fuertes, ágiles y
robustos, y que poseen estas cualidades, desean lo que poseen. Insisto
en este punto para que no caigamos en semejante equivocación. Si lo
reflexionas, Agatón, verás que lo que estos individuos poseen, lo poseen
necesariamente, quieran o no.
¿Cómo entonces podrían desearlo? Si alguno me dijese: Rico y sano deseo
la riqueza y la salud y, por consiguiente, deseo lo que poseo, nosotros
podríamos responderle: Posees la riqueza, la salud y la fuerza, y si
deseas estas cosas es para el porvenir porque en el presente las posees
ya, quieras o no.
Mira, pues, si cuando dices: Deseo una cosa que hoy tengo, no significa esto: Deseo poseer en el futuro lo que tengo en este momento. ¿No convendrías en esto?
- Sí, respondió Agatón.
-
Pues bien, prosiguió Sócrates, ¿no es esto amar lo que no se está
seguro de poseer, aquello que no se posee todavía; querer conservar para
el porvenir lo que se posee en el presente?
- Sin duda.
-
Por lo tanto, lo mismo en este caso que en cualquiera otro, el que
desea, desea lo que no está seguro de poseer, lo que no existe hoy, lo
que no posee, lo que no tiene, lo que le falta. Esto es, pues, desear y
amar.
- Seguramente.
- Resumamos, añadió Sócrates,lo que acabamos de decir. Primero, el amor es el amor a algo; segundo, de una cosa que falta.
- Sí, dijo Agatón.
-
Acuérdate ahora, replicó Sócrates, de qué cosa, según tú, el amor es
amor. Si quieres, yo te lo recordaré. Has dicho, me parece, que se
restableció la concordia entre los dioses mediante el amor a lo bello,
porque no hay amor a lo feo. ¿No es esto lo que dijiste?
- En efecto.
- Y con razón, mi querido amigo. Si es así, ¿el amor es el amor de la belleza y no de la fealdad?
Estuvo de acuerdo con ello.
- ¿No hemos convenido en que se aman las cosas cuando se carece de ellas y no se poseen?
- Sí.
- Luego, Eros carece de belleza y no la posee.
- Necesariamente.
- ¡Pero qué! ¿Llamas bello a lo que carece de belleza, a lo que no la posee de manera alguna?
- No, ciertamente.
- Si es así, repuso Sócrates, ¿sostienes aún que el amor es bello?
- Temo mucho, respondió Agatón, no haber comprendido bien lo que yo mismo dije.
- Hablas con prudencia, Agatón. Pero sigue por un momento respondiéndome. ¿Te parece que las cosas buenas son bellas?
- Me lo parece.
- Entonces Eros carece de belleza, y si lo bello es inseparable de lo bueno, carece también de bondad.
- Sócrates, hay que conformarse con lo que dices porque no hay manera de resistirte.